viernes, 7 de noviembre de 2014

EL ÉXITO EN EL AULA



INDICADORES PARA PREDECIR EL ÉXITO EN EL AULA CON ALUMNOS CON TDAH

La escuela, junto con la familia, es una pieza clave a la hora de encauzar el comportamiento del alumno con TDAH y minimizar los efectos de sus síntomas con el fin de mejorar su aprendizaje, sus habilidades sociales y su autoestima.

El niño con TDAH puede tener un correcto desarrollo escolar si se aplican las intervenciones adecuadas en el aula, actuaciones que se pueden generalizar a otros alumnos que no presenten este trastorno. Esto no significa bajar el nivel de exigencia del alumno con TDAH, sino implantar unas técnicas de modificación conductual y de intervención en el aula adaptadas a sus necesidades específicas.

Hemos de ser capaces de redirigir la impulsividad y la alta tasa de actividad, de manera que podamos impartir la clase logrando que el alumnado con TDAH pueda participar en ella, es decir, mejorar su comportamiento y no penalizarlo.

Con las pautas que mostramos a continuación, para poner en marcha en el aula, se le podrá ayudar a combatir sus síntomas y las conductas que se derivan de ellos, evitando que cometa errores por descuido, a terminar sus tareas adecuadamente y a disminuir su mal comportamiento. Así mejorará su rendimiento académico y su integración en el aula, propiciando un buen ambiente general en el aula.

Para ello, la maestra puede poner en práctica unas medidas relativamente sencillas, pero muy efectivas que, en términos generales, son:

      Cuando hay que hablar con ellos por alguna conducta inadecuada, lo mejor es hacerlo en privado, para no avergonzarle frente al resto de la clase.
      Hay que valorar el nivel en el que se encuentra el alumno en las distintas materias, identificando sus debilidades y fortalezas.
      Es apropiado que el aula donde esté el niño con TDAH tenga un número reducido de alumnos y un ambiente positivo de trabajo.
      Las normas deben de ser claras, con un clima de orden y compañerismo.
      Es conveniente que se ubique en la primera fila, rodeado de alumnos tranquilos. A ser posible, alejado de ventanas y puertas para evitar la distracción.
      Sobre el pupitre sólo debe de tener lo que es necesario en cada momento, acostumbrándole a que guarde lo que ya no vaya a utilizar.
      Las órdenes e instrucciones en el aula deben ser cortas y directas, con refuerzos positivos. Órdenes claras y concisas y sin ambigüedades.
      Mantener contacto visual con el alumno cuando se le den órdenes.
      Es conveniente adaptar contenidos, tareas y exámenes, haciéndolos más breves o, incluso, de forma oral si se considera necesario. Las técnicas visuales que exigen menos de la lectura y facilitan la atención, son preferibles. Emplear un esquema en la pizarra a modo de guión o una presentación en power point puede ayudar mucho.
      Con la finalidad de evitar la distracción, es mejor limitar el formato a una o dos preguntas por página.
      En algunos centros, es posible que exista un psicopedagogo para afrontar situaciones extremas.
      Enseñar estrategias de autoinstrucciones mediante el habla interna, para que el alumno module su conducta a través del lenguaje. (Ver Rutinas de Pensamiento también en este Blog). Éstas podrían ser:
§  Escucho y pongo atención a lo que tengo que hacer.
§  Cuando leo, me fijo mucho.
§  Pienso lo que tengo que hacer. Marco un plan.
§  Hago el ejercicio con cuidado. Puedo hacerlo bien.
§  Repaso con atención y corrijo lo que esté equivocado.
§  Lo conseguí. Soy bueno en esto.
      Hacer las actividades más divertidas, rompiendo con la monotonía.
      Transmitirle el concepto de “ganar doble”: terminar una tarea ya es ganar, pero además, se le recompensará por haber tenido la conducta adecuada.
      Hacerle comentarios a menudo sobre lo que está haciendo (“así vas muy bien”, “estás teniendo un error”, etc.).
      Reafirmar y premiar conductas adecuadas. Es conveniente elogiar al niño cuando está concentrado. Para ello, se puede seguir la técnica de la alabanza, que consiste en valorar al alumno aquello que ha hecho bien, de forma descriptiva, sincera y positiva. Fomentar los premios, en lugar de los castigos. Éstos hay que limitarlos a cuando sea necesario y sólo funcionan si son muy inmediatos.
      Las recompensas sociales suelen ser más apropiadas que las materiales y tienen mayor efectividad.
      Es primordial prestar atención al alumno cuando realice algo positivo y reforzar sus acciones con el contacto físico (abrazos, tocar el hombro, chocar la mano…).
      Sentar al alumno cerca del profesor y acordar con él una señal que evite su distracción.
      Transmitir la información de manera explícita. Para ello, se pueden utilizar elementos que sirvan como recordatorios (dibujos, fichas, notas, etc.).
      Es necesario enseñarles técnicas para organizar el tiempo. Para que tengan conciencia del mismo, hay que materializarlo en objetos, como relojes, cronómetros, relojes de arena, etc.
      Elaborar un horario con el alumno y pegarlo en su escritorio.
      Colocar un reloj de cartón, que señale la hora en la que termina la jornada escolar. Completarlo con un cartel adjunto en el que aparezca esa misma hora con palabras y números.
      Utilizar un reloj que suene regularmente.
      Crear rutinas para el aula y estructurar el funcionamiento de las clases.
      Incluir en la rutina cinco minutos diarios para la organización del material.
      Avisar con tiempo de los cambios en las rutinas.
      Mostrar paso a paso lo que hay que hacer en cada tarea.
      Establecer compañeros de supervisión y estudio que ayuden al alumno, de tal modo que la dedicación del profesor disminuya.
      Describir detalladamente en la pizarra las tareas a realizar. No limitarse a nombrarlas.
      Situar la mesa cerca de la pizarra para facilitar la atención a la explicación e incluso cerca de la mesa del docente, para poder aplicar mejor los refuerzos cuando trabaje bien.
      Tener opciones para cuando no es capaz de permanecer sentado.
      Tratar de que no emplee materiales muy aparatosos que le hagan perder tiempo y despistarse (estuches sofisticados, portafolios donde todas las hojas se pueden caer, etc.).
      Procurar que tenga goma, correctores o bolígrafos que se borran para que pueda corregir los múltiples errores sin llegar a la situación de tener que arrancar la hoja del cuaderno y repetir el trabajo.
      Estructurar las tareas en tiempos cortos (máximo de 30 minutos) y que permitan la coexistencia de diferentes ritmos. Además de alternar las actividades tediosas con las que generan más motivación para no caer en la fatiga.
      Si realizamos tareas en grupo, es aconsejable que éstos sean pequeños (3-6 integrantes).
      Dar algún tipo de responsabilidad al alumno en la organización de la clase, como puede ser mantener limpia la pizarra.
      Fraccionar las tareas en pequeños pasos, para que el alumno asimile mejor los conocimientos y evitar que se aburra.
      Planificar el trabajo y los descansos.
      Enseñar al niño cómo debe de organizarse él mismo.
      Explicarle las ventajas que obtendrá en el futuro con la realización de las tareas.
      Programar al alumno pequeñas tareas o responsabilidades de ayuda al profesor, para eliminar la tensión y energía acumuladas por permanecer quieto. Además, se refuerza su autoestima al sentirse útil para la clase.
      Acordar que se levante hasta la mesa del profesor para mostrarle los deberes. De este modo, mientras el resto de compañeros permanece quieto en su mesa, el alumno con TDAH se habrá desplazado en varias ocasiones.
      Desempeñar las tareas que impliquen un esfuerzo mental después de periodos de esfuerzo físico, para que el cansancio favorezca a su concentración.
      Permitir el murmullo y el movimiento en el aula, encargándole tareas que le permitan levantarse cada cierto tiempo (limpiar la pizarra).
      Si en los turnos, colas o esperas tenemos problemas de impaciencia ligados a la impulsividad, podemos ofrecerle un papel de gestor/a, que controle los turnos o vigile el buen funcionamiento de la cola.
      No hacer caso cuando el alumno realice movimientos incontrolados o establecer algún tipo de señal con él de modo amigable para que corrija su actitud sin necesidad de regañarle. Un ejemplo podría ser guiñarle un ojo.
      Evitar que los compañeros imiten o animen al alumno con TDAH a realizar esos movimientos.
      Permitirle una cierta movilidad en el aula. Una buena opción puede ser delimitar un área con cinta adhesiva e indicarle que puede caminar dentro de ella cuando quiera.
      Acordar con él un refuerzo positivo a cambio de quedarse sentado durante un periodo de tiempo. Si no lo cumple, se le retiraría temporalmente el privilegio de poder hacerlo. De este modo, tendría que desarrollar sus tareas de pie.
      Deben definirse claramente las normas generales del aula y explicar las consecuencias de su incumplimiento. Tienen que estar expuestas a la vista de todos y que se recuerden a menudo.
      Desarrollar normas personalizadas para el alumno con TDAH y hacer que antes de cada situación repita en voz alta las que correspondan hasta que sea un hábito.
      Dividir los trabajos favorece la asimilación de contenidos, así como la organización para ir realizando las tareas. Se complementa con el uso de las autoinstrucciones para dirigir la conducta.
      Establecer un sistema de puntos para premiar al niño con TDAH cada vez que adopte una actitud correcta o consiga un objetivo marcado. Se puede establecer un sistema similar para toda el aula.
      Ignorar las actitudes inapropiadas (extinción de la atención) y, en el caso de que sean muy molestas, utilizar, sin abusar, el “tiempo aparte” o “silla para pensar”. Consiste en aislar al alumno durante un tiempo determinado en un lugar sin estímulos y, una vez pasado ese tiempo destinado a la reflexión sobre una actitud concreta, retomar la actividad sin hacer mención a lo ocurrido. Es conveniente que se le indique al alumno que este tiempo es algo positivo para él. El alumno se sentaría lejos del resto de la clase durante un tiempo determinado: se establece un minuto apartado, por cada año que tenga el niño.
      Si ese tiempo no es suficiente, un segundo paso suele ser mandar al alumno a que se siente fuera del aula. Regresará cuando él mismo considere que está en condiciones de hacerlo. En caso de que los problemas persistan, el paso que sigue es enviar al alumno a otra aula para que pase un tiempo lejos. Es apropiado asociarse con otro profesor, a cuya clase se pueda ir a realizar otra tarea.
      Pensar en voz alta puede ayudar al alumno a generar un lenguaje interno que controle su conducta.
Cuando está fuera de control:

• Llevar al niño fuera del aula.
• Intentar que se tranquilice.
• Aplicar un protocolo de intervención individualizado que habrá sido acordado previamente con el psicopedagogo o el orientador del centro.

La clase magistral es una metodología poco apta para este alumnado. Es recomendable emplear técnicas más ligadas al aprendizaje autodirigido:
- Trabajo por proyectos.
- Trabajo cooperativo.
- Aprendizaje por descubrimiento o actividades de investigación.
- Trabajo con nuevas tecnologías. Así suelen desenvolverse bien por la autonomía, por el carácter visual de los materiales y por la propia motivación inherente al cambio de metodología. Además, ciertas características del ambiente digital les hacen trabajar el autocontrol y la inhibición de respuestas. Escribir en un teclado suele ser muy complicado por su impulsividad.
-Refuerzo positivo y negativo. En el futuro, podremos reforzar intermitentemente y, finalmente, dejar de hacerlo.
-Moldeado.  
-Extinción.
-Economía de fichas.
-Técnica de coste de la respuesta
-Tiempo fuera (time out).
-Autoinstrucciones.

*Nos hemos apoyado en la propuesta de Isabel Orjales (2010) “Déficit de atención con hiperactividad. Manual para padres y educadores y el documento Ideas clave en la respuesta para el alumnado con TDAH”, desarrollado por la Consejería de Educación y Ciencia de la comunidad de Castilla-La Mancha en colaboración con las asociaciones de TDAH.

**Para conocer más sobre mapas mentales: Tony Buzan (2000) “El libro de los mapas mentales” o “La revisión con fines pedagógicos” de Arcelia Gutiérrez (2010) Asociando, conectando y aprendiendo.